Editorial: Ediciones Encuentro, 2006
Paginas: 68
ISBN: 84-7490-791-8
P.V .P.: 8 €
Nos encontramos ante un pequeño pero intenso libro. En este volumen Ediciones Encuentro recoge el diálogo que tuvo lugar en la Academia Católica de Baviera el 19 de enero de 2.004, entre el entonces cardenal Ratzinger y el filósofo Habermas.
El fondo del diálogo mantenido entre los dos titanes del pensamiento no es otro que buscar el sentido que los valores religiosos (y especialmente las concepciones cristianas) pueden tener en la cultura actual postmoderna.
Lo primero que nos llama poderosamente la atención es la evolución de Habermas, que partiendo de un laicismo radical en sus primeros planteamientos filosóficos evoluciona poco a poco en la consideración de los valores que las religiones pueden aportar a las sociedades modernas. Ante la creciente pérdida de sentido de la sociedad occidental, Habermas considera la necesidad de hacer uso de cierto bagaje moral. En este sentido el planteamiento parece claro, ¿por qué la sociedad moderna tiene que ignorar los recursos que la sabiduría moral de las tradiciones religiosas le brinda para defender la dignidad de la persona?
Con todo nos parece más interesante la postura que el ahora papa Benedicto mantiene en este dialogo. Partiendo de la importancia que la razón tiene en la vivencia de la fe (basta recordar el reciente discurso de Ratisbona), Ratzinger nos expone el necesario diálogo entre fe y razón, entre religión y razón. Para Ratzinger el futuro de la religión cristiana reside en esa capacidad que tiene el cristianismo de proponerse como verdad a la que cabe aproximarse también por el camino de la razón. El cristianismo, a diferencia de otras religiones, es capaz de proponerse como religión ilustrada.
El diálogo entre moral y razón, entre fe e intelecto, queda planteado de una forma trágica en el fundamente ético del derecho. La historia nos muestra como el principio de mayoría si bien puede ser una forma de justificación formal del derecho es difícil entenderlo como justificación última y base ética del mismo. De esta forma queda abierta la cuestión de los principios predemocráticos, es decir, los principios autojustificadores de la democracia, pues parece claro que la propia democracia es incapaz de crear su propia justificación (no basta la ley de la mayoría). Este es el meollo principal del debate actualmente aparcado del reconocimiento de los valores cristianos en la formación del ser europeo. No es ocioso recordar como la democracia, el espíritu igualitario y el valor de la libertad nacen en una Europa educada durante siglos en el concepto de libertad cristiano.
Del mismo modo Ratzinger detecta como el rechazo a las religiones se quiere justificar muchas veces en el integrismo o en las interpretaciones demasiados estrictas de algunas religiones. En ese sentido se dice que las religiones son ocasión para la intransigencia y provocadoras de grandes conflictos sociales. Ahora bien, Ratzinger no se olvida que la razón llevada a su máximo extremo también posee peligros para la humanidad. ¿Acaso la bomba atómica no ha sido fruto de la razón?, ¿y el uso de las personas como productos de usar y tirar no hay sido también fruto de la razón?. Es en este contexto donde hay que situar el diálogo religión-razón. Es evidente que la razón y la religión han de denunciarse mutuamente sus límites y sus virtudes para que de este diálogo el hombre actual pueda sacar un fruto de paz y concordia.
Benedicto XVI, también nos avisa del peligro del hombre occidental de creer que sus valores son universales. La racionalidad laica propia de occidente no es comprensible para todas las culturas. Esto queda claro, por ejemplo en la redacción de los Derechos del Hombre, derechos que el mundo musulmán no reconoce con las misma virtualidad que lo puede hacer el mundo occidental (de hecho el mundo musulmán ha redactado su propia carta de Derechos Humanos). Ahora bien, la irrupción de las teorías evolucionistas en la filosofía ha provocada una debilidad de la cultura occidental difícil de salvar. Si la propia naturaleza no posee una razón intrínseca (la razón divina deja pasa al azar), ¿donde podemos buscar los elementos comunes a toda la humanidad?. Este es el verdadero debate del diálogo multicultural, debate que evidentemente con los planteamientos insustanciales de la Alianza de civilizaciones es de difícil solución.
En resumen si las patologías de la religión son peligrosas no menos peligrosas son las patologías de la razón, por lo que la correlación entre razón y fe es el único camino posible para que vuelvan a resplandecer los valores y las normas que todos los hombres conocen y que posibilitan la necesaria cohesión mundial.
Un libro de necesaria lectura, sobre todo para todos aquellos que consideran que en las sociedades modernas las religiones no tienen nada que decir, para todos aquellos que consideran que el sólo uso de la razón es suficiente para resolver los graves problemas que tiene la humanidad.
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