Si usted quiere conocer qué ocurrió en España en los años 30, debe leer esta novela.
‘Plaza del Castillo’ transcurre en los últimos sanfermines de la paz, entre el 6 y el 18 de julio de 1936, en los que participó el autor con 18 años y en los que mezclaban la fiesta con la conspiración. Rafael García Serrano fue falangista de la primera hora y salió de su ciudad natal en la columna militar que marchó hacia Madrid y fue detenida en Somosierra. Luego se hizo alférez provisional y cayó herido en el frente.
No se trata sólo de una novela en la que aparecen falangistas, republicanos, carlistas, militares, socialistas, policías y hasta un peneuvista (cardo raro en Navarra hasta la Monarquía de Juan Carlos I). También en ella se describe la división generacional entre padres e hijos, entonces radical en toda Europa.
“Cuando salió de su casa, su padre le dijo: «Tenías razón, sólo quedáis vosotros». Por un simple motivo generacional su padre había creído en los grandes mitos democráticos (…) se acogió a las piadosas banderas de un catolicismo parlamentario, turnante, contemporizador, burgués y sosote, que confiaba la defensa de Cristo a los guardias de Asalto. También este último tinglado se vino abajo con ridículo estrépito. Abatía tristemente sus convicciones con estas palabras: «Sólo quedáis vosotros».” (págs. 334 y 335). “En general, los padres, no sabían que sus hijos llevan pistola y estaban comprometidos en la lucha por su derecho a la existencia. A veces oían hablar de combates callejeros, de atentados, de represalias, pero siempre pensaban que de esa tarea se encargaban los hijos de los demás” (pág. 335).
Para mí la escena más entrañable de la novela es la explicación que da uno de los muchachos en casa al unirse a la columna del general Mola: “-Hay que salva a España. Pero la frase le parecía demasiado fuerte y entonces explicaba su incorporación de una manera más simple: -Además, se van todos los amigos” (pág. 360).
Todas estas frases atraviesan el papel como si su autor hubiese apretado con fuerza las teclas de la máquina de escribir. Al conocer la vida de Rafael García Serrano sabemos que él las pudo pronunciar u oír en ese año cenital de 1936. Incluso estas otras: “No podemos odiar a nuestros enemigos. Mañana hemos de vivir con ellos.” (pág. 343).
Mi ejemplar de ‘Plaza del Castillo tiene ya 25 años, más años que los que yo tenía cuando lo compré. Las páginas del libro ya muestran las mordeduras del tiempo: sombras amarillas que oscurecen los balncos y se acercan a las palabras. Ahora, Homo Legens me pone en las manos una edición en tapa dura, con un papel de más calidad, y con la alegría de ver que este precioso libro de Rafael García Serrano encuentra nuevos lectores.
En la paz el autor se volcó en su carrera periodística y literaria, en la que escribió libros fundamentales para conocer la España que vivió, como el ‘Diccionario para un macuto’, ‘La gran esperanza’ y ‘La fiel Infantería’. Como dice en el prólogo que él mismo redactó para la edición de Planeta (1981), la escribió en 1951, antes de ir a trabajar al diario ‘Arriba’, “poblado de futuros demócratas de toda la vida”.
Hace cuatro años, la editorial Actas reeditó ‘La fiel Infantería’, novela con la que García Serrano ganó el premio nacional de Literatura de 1943. También se ha reeditado ‘Cuando los dioses nacían en Extremadura’ (Falcata). Poco a poco, la maestría de Rafael García Serrano está rompiendo el cerco de silencio.
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