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La fracasada revolución socialista de octubre de 1934 en Mondragón, de cuyo estallido se cumplían 75 años el pasado día 5, dejó a su término cuatro cadáveres y una conmoción social que sólo se vería superada por la cruenta represión franquista desatada dos años más tarde durante la Guerra Civil.
El aniversario de la frustrada revolución social de 1934 ha servido para recordar una vez más el reguero de sangre que dejaron aquellos trágicos sucesos que costaron al vida a Marcelino Oreja Elósegui, Dagoberto Resusta, Eugenio Edurra y Segundo Vitoria.
Pero también ha comportado la ocasión inédita de escuchar el relato de los hechos de boca del hijo de la principal víctima de la fallida insurrección socialista.
En circunstancias normales, el conocido político conservador Marcelino Oreja Aguirre (Madrid, 1935) habría nacido en Mondragón, concretamente en la casa de Toribio Aguirre, un 13 de febrero de 1935, entre los algodones de su privilegiada condición de hijo del presidente de la todopoderosa Unión Cerrajera. Pero la tentativa revolucionaria de 1934 irrumpió en la tranquila vida de esta acomodada familia mondragonesa, llevándose por delante al padre y poniendo en fuga a la joven esposa embarazada y a su padre, el legendario «gran capitán» de la Cerrajera Toribio Agirre. Este, que a su retiro en 1931 había traspasado la presidencia de la empresa a su yerno Marcelino Oreja Elósegui, un ingeniero natural de Ibarrangelua católico y conservador, se establecería junto con su hija viuda en Madrid y nunca más regresarían a Mondragón.
Conferencia
Los Antecedentes de la Revolución de Octubre de 1934 y su repercusión en el País Vasco fue el tema de la conferencia que pronunció Marcelino Oreja Aguirre en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid el pasado día 5. En ella, el hijo póstumo de Oreja Elósegui narraba en público por primera vez los hechos que rodearon al asesinato de su padre en la Casa del Pueblo de Mondragón. Tampoco elude este delicado asunto en la entrevista que ha concedido a Eusko Ikaskuntza y que se ha publicado en el número 505 de la revista digital Euskonews.com.
Oreja Aguirre atribuye el estallido revolucionario registrado en Arrasate a las características propias de una villa industrial sumida en una grave conflictividad laboral como consecuencia de la crisis de 1929, en la que hay una fuerte implantación socialista y en donde sobresale un líder carismático: Celestino Uriarte.
Pese a todo, Oreja Aguirre no deja entrever ni la más mínima animadversión ni guarda el más leve rencor contra los revolucionarios que asesinaron a su padre.
De hecho, incluso habla con respeto, cuando no con un punto de admiración, de la labor de las Escuelas de Viteri, cuya actividad docente contribuyó a fomentar la conciencia política y social y el laicismo en la juventud arrasatearra. Respalda sus palabras recordando que su propio abuelo Toribio Aguirre, a la sazón presidente de la Cerrajera, fue uno de los que se opuso a las pretensiones del Ayuntamiento de poner dichas escuelas bajo la tutela de la Iglesia. Y eso que Toribio había sido teniente en las filas carlistas durante la última carlistada.
En la entrevista concedida al gerente de Eusko Ikaskuntza, el escritor mondragonés Jose Mari Velez de Mendizabal, Oreja Aguirre revela que conserva desde niño el crucifijo que presidió el despacho de su padre en Mondragón. En su parte trasera «se lee un versículo de San Lucas que mandó grabar mi padre: 'empero vosotros, amad a nuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperanza de esperar nada de ello'. Es algo que ha sido para mi el norte de mi vida. El amar a los enemigos. Me parece algo muy hermoso. Y mi padre amó a sus enemigos. Pero acabó como acabó».
A juicio de Oreja Aguirre, la única víctima que realmente buscaban los revolucionarios era su padre. Oreja Elósegui encarnaba al gran patrón que «tiene al pueblo muerto de hambre», como le espetaría uno de los revolucionarios que le dispararon, y era un diputado católico y de derechas. Contra Ricardo Azcoaga y Dagoberto Resusta, jefe de administración y consejero de la Cerrajera respectivamente, no tenían nada. A Resusta lo encerraron por su insistencia en liberar a su yerno, detenido horas antes por los socialistas.
Con respecto a su padre, Oreja Aguirre cuenta que fueron a detenerle a las 8.00 horas. Preguntados qué querían, los revolucionarios respondieron en euskara «que baje el amo». Hacia las 14.00 horas cunde el pánico al avistarse tropas procedentes de Vitoria. Los revolucionarios emprenden la huida hacia Kanpanzar. «Pero en ese momento hay uno, que no sé el nombre ni me interesa, al que llamaban «el fanático» (Gerardo Ruiz de la Cuesta), que le pregunta a Celestino: '¿y qué hacemos con estos?. Yo me quedo con ellos'. Uriarte le contesta: 'llévatelos'. Con el alcance que quiera tener esa palabra». «'El fanático' los condujo a un huerto trasero y les dijo que subieran la cerca. El primero que lo hizo fue Azcoaga. Éste intentó ayudar a mi padre, pero entonces descargaron sobre él cinco tiros y le dejaron herido de muerte, y mataron acto seguido a Resusta».
Fuente: Diario Vasco 01/11/2009
El aniversario de la frustrada revolución social de 1934 ha servido para recordar una vez más el reguero de sangre que dejaron aquellos trágicos sucesos que costaron al vida a Marcelino Oreja Elósegui, Dagoberto Resusta, Eugenio Edurra y Segundo Vitoria.
Pero también ha comportado la ocasión inédita de escuchar el relato de los hechos de boca del hijo de la principal víctima de la fallida insurrección socialista.
En circunstancias normales, el conocido político conservador Marcelino Oreja Aguirre (Madrid, 1935) habría nacido en Mondragón, concretamente en la casa de Toribio Aguirre, un 13 de febrero de 1935, entre los algodones de su privilegiada condición de hijo del presidente de la todopoderosa Unión Cerrajera. Pero la tentativa revolucionaria de 1934 irrumpió en la tranquila vida de esta acomodada familia mondragonesa, llevándose por delante al padre y poniendo en fuga a la joven esposa embarazada y a su padre, el legendario «gran capitán» de la Cerrajera Toribio Agirre. Este, que a su retiro en 1931 había traspasado la presidencia de la empresa a su yerno Marcelino Oreja Elósegui, un ingeniero natural de Ibarrangelua católico y conservador, se establecería junto con su hija viuda en Madrid y nunca más regresarían a Mondragón.
Conferencia
Los Antecedentes de la Revolución de Octubre de 1934 y su repercusión en el País Vasco fue el tema de la conferencia que pronunció Marcelino Oreja Aguirre en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid el pasado día 5. En ella, el hijo póstumo de Oreja Elósegui narraba en público por primera vez los hechos que rodearon al asesinato de su padre en la Casa del Pueblo de Mondragón. Tampoco elude este delicado asunto en la entrevista que ha concedido a Eusko Ikaskuntza y que se ha publicado en el número 505 de la revista digital Euskonews.com.
Oreja Aguirre atribuye el estallido revolucionario registrado en Arrasate a las características propias de una villa industrial sumida en una grave conflictividad laboral como consecuencia de la crisis de 1929, en la que hay una fuerte implantación socialista y en donde sobresale un líder carismático: Celestino Uriarte.
Pese a todo, Oreja Aguirre no deja entrever ni la más mínima animadversión ni guarda el más leve rencor contra los revolucionarios que asesinaron a su padre.
De hecho, incluso habla con respeto, cuando no con un punto de admiración, de la labor de las Escuelas de Viteri, cuya actividad docente contribuyó a fomentar la conciencia política y social y el laicismo en la juventud arrasatearra. Respalda sus palabras recordando que su propio abuelo Toribio Aguirre, a la sazón presidente de la Cerrajera, fue uno de los que se opuso a las pretensiones del Ayuntamiento de poner dichas escuelas bajo la tutela de la Iglesia. Y eso que Toribio había sido teniente en las filas carlistas durante la última carlistada.
En la entrevista concedida al gerente de Eusko Ikaskuntza, el escritor mondragonés Jose Mari Velez de Mendizabal, Oreja Aguirre revela que conserva desde niño el crucifijo que presidió el despacho de su padre en Mondragón. En su parte trasera «se lee un versículo de San Lucas que mandó grabar mi padre: 'empero vosotros, amad a nuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperanza de esperar nada de ello'. Es algo que ha sido para mi el norte de mi vida. El amar a los enemigos. Me parece algo muy hermoso. Y mi padre amó a sus enemigos. Pero acabó como acabó».
A juicio de Oreja Aguirre, la única víctima que realmente buscaban los revolucionarios era su padre. Oreja Elósegui encarnaba al gran patrón que «tiene al pueblo muerto de hambre», como le espetaría uno de los revolucionarios que le dispararon, y era un diputado católico y de derechas. Contra Ricardo Azcoaga y Dagoberto Resusta, jefe de administración y consejero de la Cerrajera respectivamente, no tenían nada. A Resusta lo encerraron por su insistencia en liberar a su yerno, detenido horas antes por los socialistas.
Con respecto a su padre, Oreja Aguirre cuenta que fueron a detenerle a las 8.00 horas. Preguntados qué querían, los revolucionarios respondieron en euskara «que baje el amo». Hacia las 14.00 horas cunde el pánico al avistarse tropas procedentes de Vitoria. Los revolucionarios emprenden la huida hacia Kanpanzar. «Pero en ese momento hay uno, que no sé el nombre ni me interesa, al que llamaban «el fanático» (Gerardo Ruiz de la Cuesta), que le pregunta a Celestino: '¿y qué hacemos con estos?. Yo me quedo con ellos'. Uriarte le contesta: 'llévatelos'. Con el alcance que quiera tener esa palabra». «'El fanático' los condujo a un huerto trasero y les dijo que subieran la cerca. El primero que lo hizo fue Azcoaga. Éste intentó ayudar a mi padre, pero entonces descargaron sobre él cinco tiros y le dejaron herido de muerte, y mataron acto seguido a Resusta».
Fuente: Diario Vasco 01/11/2009
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