Editorial: Ediciones Nueva Hispanidad
Páginas: 138
ISBN: 978-987-1036-44-8
PVP: 12,00 €
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La monarquía española sufrió en el siglo XIX dos ataques simultáneos que impidieron su defensa. El primer ataque, fue en el territorio peninsular, y fue protagonizado por el infamante constitucionalismo, que olvidando las mejores tradiciones patrias pretendió implantar un sistema extranjerizante que nunca funcionó.
El segundo ataque a la monarquía católica, se produjo mediante los movimientos independentistas de las tierras de ultramar, movimientos inspirados por una burguesía miope en sus objetivos, y altanera en sus formas.
En la península la defensa quedo en manos de los monárquicos absolutistas, que con el correr del tiempo engrosarían la legión de los carlistas tradicionalistas, defensores de la fe católica durante ya casi 200 años.
En los territorios de ultramar, la defensa de la católica corona hispana, quedaría en mano de los realistas criollos, debido precisamente a la escasa presencia de tropas peninsulares en los territorios de ultramar.
No vamos a denunciar todas las mentiras históricas que se han tratado de imponer en relación a la conquista y colonización por parte de España de los territorios de ultramar. Simplemente daremos un par de datos.
En primer lugar, es necesario recordar que durante casi 400 años, los territorios ultramarinos fueron los únicos territorios desarrollados que quedaron al margen de cualquier conflicto bélico nacional o internacional. Es verdad, que algunos puertos de la América española se tuvieron que defender de forma armada, pero dichas intervenciones fueron con carácter defensivo y sin continuidad en el tiempo.
La segunda nota que es necesario considerar, es que la presencia de peninsulares en los territorios hispanos de ultramar siempre fue escasa, escasísima. Y en cuanto a la presencia militar, se podría decir que fue testimonial, pues las tropas españolas solo estuvieron presentes en las grandes ciudades americanas, y en sus grandes puertos, y con un marcado carácter defensivo frente a la piratería inglesa y francesa.
Con estas dos premisas es difícil sustentar la pretendida opresión española en los territorios de ultramar. Es más, la independencia con la que contaban las posesiones ultramarinas, es un dato desconocido en la historia de la humanidad, hasta la creación del Imperio Hispano.
Pues bien, “los realistas españoles”, presuponiendo lo antedicho, aunque sin explicitación en la obra, expone las luchas que miles de realistas criollos mantuvieron en defensa de Dios, Patria y Rey. Efectivamente, cientos de criollos (y cientos de indios), consideraban a España su Patria, a Jesucristo su Señor, y a Fernando VII, su rey. Frente a este sentimiento mayoritario se alzo una minoría liberal de clara filiación masónica y financiada en gran medida por dinero británico, que dejo a América Central y del Sur, a la completa disposición del capital anglosajón.
400 años de independencia, perdidos en un par de de lustros, que convirtieron a toda la América Hispana en una colonia británica.
La obra se puede resumir en la frase de Germán Roscio a Simón Bolívar: " La España nos ha hecho la guerra con hombres criollos, con dinero criollo, con provisiones criollas, con frailes y clérigos criollos y casi todo criollo". Efectivamente, el amor a la patria común hispana posibilito que la defensa de la hispanidad quedará en manos de héroes locales, desconocidos en su mayor parte por la inmensa mayoría de los españoles, que si no se sienten orgullosos de su historia es por el desconocimiento de la misma.
Tenemos las Españas llenas de estatuas de traidores, tales como el General San Martín, Bolívar y otros. Casi todos ellos militares españoles. No es que yo quiera quitarlas, pues se recentirían las relaciones con los hispanoamericanos.
Pero, por favor, un monumento al menos para recordar la los realistas criollos. Un poquitín de vergüenza. No es mucho pedir.