Cambio de dominio.
Desde el día 01/04/2010 este Blog continuará en la dirección www.circulocarlista.com. Ya estamos trabajando en el traspaso de todos sus contenidos. Desde hoy, la edición digital del Boletín Carlista de Madrid, se encargará de mantener informados a todos los carlistas.
Mi querido Valori:
Acabo de leer su noble discurso de Santa Ana d’Auray y doy gracias a los que me pidieron que enviara a representarme en Bretaña a una persona como usted, que, fiel intérprete de mis sentimientos desde hace diez años, los traduce con la precisión y cortesía que yo estimo en tanto.
Mucho le envidio por haber ido a Bretaña, a esa Vizcaya francesa, donde no puede darse un paso, según expresión de usted, sin tropezarse con un recuerdo glorioso; venturosa tierra de Armórica, ilustrada por los Cathelineau, los Charette y los Larochejaquelin, celtas como Zumalacárregui, los Ollo, los Elio, los Valde-Espina y mil otros hijos de Navarra y del país vascongado; tierra donde además se levanta imperecedera la memoria de uno de los grandes nombres de mi familia: María Carolina de Borbón.
Si, como Rey legítimo de España, no quiero intervenir en la política interior ni exterior de Francia, incúmbeme el deber de amar a ésta como desde hace doce siglos se la ama a mi familia.
Y si, en mi santa pasión por España, no reclamo inmediatamente mis derechos a la Corona de Francia, resérvome el de recordar a mis amigos franceses que sus antepasados fueron conducidos por los míos a Dios, a la grandeza y a la victoria. Y al lado de ese derecho quédame el de afirmar que siendo el primogénito de las Casas de España y Francia, para llegar al Trono por orden de primogenitura hay que pasar detrás de mí.
Gracias, mi querido Príncipe, por su constante abnegación. En los días de prueba veíase siempre en los siglos pasados un Valori al servicio de un Borbón. Compláceme que esa tradición secular continúe hoy.
Traslade usted mis palabras a los que bien me quieren y que en Santa Ana d’Auray me lo han progabo un vez más, y créame siempre, mi querido Valori, su afectísimo.—Carlos.
Venecia, 5 de octubre de 1890.
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Acabo de leer su noble discurso de Santa Ana d’Auray y doy gracias a los que me pidieron que enviara a representarme en Bretaña a una persona como usted, que, fiel intérprete de mis sentimientos desde hace diez años, los traduce con la precisión y cortesía que yo estimo en tanto.
Mucho le envidio por haber ido a Bretaña, a esa Vizcaya francesa, donde no puede darse un paso, según expresión de usted, sin tropezarse con un recuerdo glorioso; venturosa tierra de Armórica, ilustrada por los Cathelineau, los Charette y los Larochejaquelin, celtas como Zumalacárregui, los Ollo, los Elio, los Valde-Espina y mil otros hijos de Navarra y del país vascongado; tierra donde además se levanta imperecedera la memoria de uno de los grandes nombres de mi familia: María Carolina de Borbón.
Si, como Rey legítimo de España, no quiero intervenir en la política interior ni exterior de Francia, incúmbeme el deber de amar a ésta como desde hace doce siglos se la ama a mi familia.
Y si, en mi santa pasión por España, no reclamo inmediatamente mis derechos a la Corona de Francia, resérvome el de recordar a mis amigos franceses que sus antepasados fueron conducidos por los míos a Dios, a la grandeza y a la victoria. Y al lado de ese derecho quédame el de afirmar que siendo el primogénito de las Casas de España y Francia, para llegar al Trono por orden de primogenitura hay que pasar detrás de mí.
Gracias, mi querido Príncipe, por su constante abnegación. En los días de prueba veíase siempre en los siglos pasados un Valori al servicio de un Borbón. Compláceme que esa tradición secular continúe hoy.
Traslade usted mis palabras a los que bien me quieren y que en Santa Ana d’Auray me lo han progabo un vez más, y créame siempre, mi querido Valori, su afectísimo.—Carlos.
Venecia, 5 de octubre de 1890.
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